viernes, 22 de abril de 2011

7. LA HERIDA DE MÉXICO

Desde que inició el presente sexenio dio comienzo la Guerra contra el Narcotráfico por parte del gobierno del presidente Calderón. Los ciudadanos hemos conocido diversas facetas de esta lucha que inició hace cuatro años, y que ha cobrado cerca de 40 mil vidas, muchas de ellas de civiles que aparentemente no tenían nada que ver.
La situación que se vive en los estados del norte de México, sobre todo en las zonas próximas a la frontera, raya el surrealismo más cercano a las matanzas africanas de los años 70 y 80, o a los conflictos bélicos encabezados por los gringos en el Medio Oriente.
La situación es muy dura, difícil y complicada, principalmente porque el gobierno envía mensajes contradictorios y hasta absurdos a la población, en tanto los narcotraficantes también mandan mensajes aterradores, o bien convencen a la población joven y pobre del campo de que son una opción y los invitan a unírseles, pues así podrán salir adelante y mejorar sus familias y poblados.
Tenemos entonces que vivimos enmedio de la compra de conciencias por la buena o la mala -orquestada por el narcotráfico- y con la amenaza permanente del gobierno, llamando a los ciudadanos a no aceptar el canto de sirenas de los narcotraficantes y sicarios, pero sin dar pie con bola para solucionar la situación que tiene a toda la población en vilo.
Hace poco, circuló en la Internet un correo eleectrónico de ciudadanos preocupados por las matanzas, quienes piden la intervención de los cascos azules de la ONU en suelo mexicano, como una medida para buscar asegurar el establecimiento de la paz. Seguramente la desesperación hace que algunos, quizá muchos, piensen que algo así, que ha servido para impulsar la vuelta del colonialismo más bárbaro en otros países, se pueda aplicar a México. No encuentro otra explicación razonable, pues creer que la gente es idiota, o que el estado de comodidad y confort de las clases medias les ha fundido el sentido común, me resulta en realidad muy repulsivo.
Si nos remontamos por la vía de tratar de comprender dónde empezó todo esto, tenemos varias respuestas. Una de las interpretaciones es que nuestro país era paso de la droga que venía del sur con rumbo a Estados Unidos, pero que la lucha anti-narcotráfico, que inició con el gobierno del presidente Zedillo y se estrechó con los gobiernos panistas, cambió la composición de fuerzas y creó nuevos grupos de narcotraficantes que se dedicaron a operar la venta al menudeo dentro de nuestro territorio.
Sin embargo, un servidor ha sabido por referencias cercanas de cultivos de mariguana y amapola en varias partes del país, y de gente que pedía permiso en sus trabajos para irse a la pizca. De esta manera, México no ha sido sólo lugar de paso, sino también de producción.
Por otra parte, el consumo de droga entre los jóvenes tiene larga historia, entonces es pura mentira eso de la novedad de la venta al menudeo. Por otra parte, es de notar que el calendario de Sergio Quezada, correspondiente al año 2007, mostraba cifras oficiales que no apuntaban a que hubiera destacado el consumo interno de estupefacientes.
Es claro entonces que la explicación del cambio de ser paso a ser consumidor no es del todo cierta.
Otra explicación busca hacernos creer que el narcotráfico siempre existió y que se hallaba coludido con los gobiernos priístas, y que al cambiar el gobierno federal en el 2000 se rompieron las alianzas y hubo una recomposición de fuerzas que llevó a la situación actual.
Hay otras tantas explicaciones, pero lo cierto es que grupos insurrectos y delictivos, así como fuerzas secretas del gobierno vienen operando en un subsuelo de nuestro país que les resulta muy conocido y necesario para poder funcionar. Es un escenario violento, cercano a la miseria más escandalosa, donde no hay ley que valga. Esto ha sido así desde siempre, pues sabemos que el poder funciona a través de conductas morales múltiples, muchas de ellas sólo aplicables a ciertos grupos o a grupos reducidos.
Sin embargo, alguien debería informar a la población con mayor claridad qué es lo que ocurre, pues tenemos derecho a saber, y no sólo a recibir las pastillas remediales que nos receta el gobierno central, pidiéndonos una solidaridad rayana en la fe, como si cuidaran nuestros intereses, aunque claramente y por los hechos no sea así.
Es triste la situación de mi México, y se torna más triste cuando vemos la división que existe entre las regiones, y el egoísmo de algunos al decir que esto es problema de los del norte, y que al centro y sur ni los toquen, porque tienen sus propios chamucos queriéndose salir.
Lo peor que podría ocurrir ahora es que se nieguen las pocas garantías que tenemos los civiles, o que las actitudes fascistas que han mostrado los gobiernos federal y estatales, así como algunos municipales, pase a un estado de mayor sujeción y obligación de lealtad hacia la población. El acabose sería que nuestras élites pidan la intervención extranjera.
Somos muchos México, y siendo esta nuestra fuerza, también es una gran debilidad,. Es por esto que ni nuestras élites, ni los líderes ni los caciques..., bueno, ni los pobres congresistas que tenemos, podrán resolver solos este entuerto.
¡Dios nos coja confesados! Pero tienen al monstruo del norte como aliado...