Desde hace poco más de un mes, hemos visto el escándalo WikiLeaks, primero con intriga, luego con azoro y actualmente con un sentimiento inefable ante el cinismo del gobierno estadounidense.
La frase que hizo famosa sir Francis Bacon (1561-1626), cuando en su obra Religious meditations (1597), que fue traducida al español como Ensayos de moral y de política (1870), mencionó que el "conocimiento es poder", fue una constatación de prácticas que ya estaban en boga desde antes, pues quienes ambicionaban el poder debían informarse continuamente. Sin embargo, aunque no tenemos aún idea del contexto de esta frase para el autor, es muy elocuente que este artífice del pragmatismo anglosajón manifestara con toda claridad este pensamiento que ahora se lleva y trae como axioma, como verdad prístina.
Lo que esta frase propone es algo que pone en jaque todo el discurso sobre el derecho a la información y el libre acceso a la información para el desarrollo, incluso en las culturas competitivas.
Este concepto es también lo que está en el origen del cambio de paradigma por el cual la información se vino a convertir en un bien de consumo, con un costo y otras barreras comerciales que dificultan su circulación y, por ende, impulsa el establecimiento de barreras al desarrollo personal y social. No en balde, la globalización de las comunicaciones parece estar en relación directa con la banalización de los contenidos.
Lo que el escándalo WikiLeaks pone en evidencia es que la información en la red está al alcance de cualquiera que sepa cómo llegar a ella, pero también ha venido a mostrar que hay esfuerzos denodados por ocultar la información que permite la existencia del poder y los poderosos. Por ello resulta pura ingenuidad pensar que la red es la panacea de las libertades, aunque es cierto que sin la red seríamos menos libres que hace 20 años.
Quienes trabajamos en el campo de la información debemos ver esto como una oportunidad de aprendizaje para darnos cuenta de que ni en los países desarrollados se goza de libre acceso a la información, y que esta noción sigue en los terrenos de Utopía. Pero no por ello dejaremos de buscarla.
La frase que hizo famosa sir Francis Bacon (1561-1626), cuando en su obra Religious meditations (1597), que fue traducida al español como Ensayos de moral y de política (1870), mencionó que el "conocimiento es poder", fue una constatación de prácticas que ya estaban en boga desde antes, pues quienes ambicionaban el poder debían informarse continuamente. Sin embargo, aunque no tenemos aún idea del contexto de esta frase para el autor, es muy elocuente que este artífice del pragmatismo anglosajón manifestara con toda claridad este pensamiento que ahora se lleva y trae como axioma, como verdad prístina.
Lo que esta frase propone es algo que pone en jaque todo el discurso sobre el derecho a la información y el libre acceso a la información para el desarrollo, incluso en las culturas competitivas.
Este concepto es también lo que está en el origen del cambio de paradigma por el cual la información se vino a convertir en un bien de consumo, con un costo y otras barreras comerciales que dificultan su circulación y, por ende, impulsa el establecimiento de barreras al desarrollo personal y social. No en balde, la globalización de las comunicaciones parece estar en relación directa con la banalización de los contenidos.
Lo que el escándalo WikiLeaks pone en evidencia es que la información en la red está al alcance de cualquiera que sepa cómo llegar a ella, pero también ha venido a mostrar que hay esfuerzos denodados por ocultar la información que permite la existencia del poder y los poderosos. Por ello resulta pura ingenuidad pensar que la red es la panacea de las libertades, aunque es cierto que sin la red seríamos menos libres que hace 20 años.
Quienes trabajamos en el campo de la información debemos ver esto como una oportunidad de aprendizaje para darnos cuenta de que ni en los países desarrollados se goza de libre acceso a la información, y que esta noción sigue en los terrenos de Utopía. Pero no por ello dejaremos de buscarla.